La apertura política y el reconocimiento de la libertad de expresión llegaron a una España ávida de cambios en un entorno internacional que nos aventajaba en casi todo y en el que ya se empezaba a acuñar el concepto “sociedad de la información”.
Por lo que pudiera venir, el legislador incluyó en el artículo 18 de la ley de leyes un apartado en el que trataba de ponerse la venda antes de la herida: “La ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos”.
Hoy un 86,4 por ciento de los hogares tienen acceso a internet, pero aquello de la informática debió sonar a chino a los españoles de finales de los setenta, aunque algunos ya les advertían de los riesgos.
Una columna de opinión del ABC del 26 de abril de 1978 se hacía eco de esa preocupación -curiosamente junto a un artículo sobre la bomba de neutrones- y decía: “el derecho a la intimidad puede quedar seriamente comprometido por unos ingenios que en la década de los sesenta recibieron el nombre popular de ‘cerebros electrónicos’ y que hoy día se denominan más científicamente ordenadores”.
Para dar idea de lo lejanas que estaban aún las TIC, las redes sociales, la nube y el blockchain basta con comprobar que las únicas comunicaciones que concebían entonces los autores de la Constitución eran “las postales, telegráficas y telefónicas”, como figura en otro apartado del artículo 18.
Pero no sería justo decir que la Constitución española tuvo un planteamiento meramente desconfiado del uso de la tecnología, ya que un importante artículo, el 20.1b, reconoce y protege el derecho “a la producción y creación literaria, artística, científica y técnica”.
Además, dentro del capítulo de los principios rectores de la política social y económica, los constituyentes incluyeron el artículo 44.2: “los poderes públicos promoverán la ciencia y la investigación científica y técnica en beneficio del interés general”.
LA ESPAÑA EN COLOR
Por entonces la noticia tecnológica en España era la extensión de la televisión en color. Desde el año 1972, cuando comenzaron las emisiones con esa tecnología, se habían ido incorporando cada vez más espacios en TVE y en 1977 ya se emitía en color por la primera cadena -léase “la normal”- y en 1978 se incorporó la segunda -entonces conocida como “el UHF”-. La llegada del color a la televisión en España tuvo bastante que ver con la política, ya que se trataba de tomar partido en lo que algunos consideran la primera gran guerra tecnológica.
Por un lado estaba el sistema francés Secam (Sequentiel Coleur a Memorie) y por el otro el alemán PAL (Phase Alternation Line) que era un desarrollo del NTSC norteamericano de los cincuenta. España inicialmente se había inclinado por el Secam, pero los periódicos de la época hablan de un cambio de criterio después de que el gobierno alemán concediera en 1969 un crédito de 200 millones de marcos para el trasvase Tajo-Segura.
El 24 de octubre de ese año el Consejo de Ministros aprobaba el uso del sistema PAL para traer el color a la televisión en España.
Pese a todo, se calcula que el parque de televisores en 1978 estaba compuesto por ocho millones de aparatos en blanco y negro y solo un millón de monitores preparados para el color.
Los últimos datos del INE hablan de un 99,1 por ciento de los hogares con televisor, aunque la oferta y la forma en la que llega hasta ellos la señal ha cambiado completamente.
GRANDES Y PESADOS APARATOS SOLO AL ALCANCE DE ALGUNOS
Pronto aún para la revolución digital e incluso para la llegada en 1981 del walkman -reproductor portátil de casetes-, el único dispositivo tecnológico que se podía sacar de casa en 1978 era el “comediscos” que se alimentaba con vinilos. Los televisores “de tubo” se comían gran parte del espacio en el salón, junto a los también grandes dispositivos para escuchar música a los que, un poco más tarde, se incorporaron los reproductores de vídeo VHS, aunque ya estaban en el mercado desde 1976.
Lo de llevarse el teléfono a la calle no era concebible y por entonces lo más normal era tener en casa el modelo “heraldo” con su ruedecita en la que estaban dispuestos los números del 1 al 0 en sentido contrario a las agujas del reloj. En algunas casas “modernas” tenían el “góndola”, más pequeño pero también con su marcación de disco.
La última encuesta del INE sobre equipamiento y uso de tecnologías de la información y comunicación en los hogares -se publicó el 7 de noviembre- señala que el 98 por ciento de los hogares cuentan con teléfono móvil, mientras que el porcentaje de teléfonos fijos baja hasta el 75,8 por ciento.
Los smartphones se han convertido en el dispositivo tecnológico más utilizado en todo el mundo, ya que aúnan en un solo aparato todas las posibilidades de acceso a la comunicación y el ocio. En su memoria, las 17.376 palabras de la Constitución Española apenas ocupan un mínimo porcentaje de su capacidad. EFE
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