“Esto es lo que lo vuelve realmente particular, la cercanía es la puerta a estudios suplementarios que se van a poder hacer sobre este exoplaneta -planeta externo al Sistema Solar- y sobre otros pocos a una distancia similar que no se van poder hacer sobre los otros tres mil y tanto planetas que se conocen”, detalló Díaz desde su despacho de la Universidad de Buenos Aires.
Fue en la capital argentina donde el científico procesó los datos obtenidos durante los más de siete años en que él y su equipo observaron el cielo hasta tener la certeza del descubrimiento, el cual se consagró a finales de febrero, cuando lanzaron el comunicado oficial sobre el hallazgo de este equipo compuesto por científicos franceses, suizos y argentinos.
En base a los datos obtenidos, pudieron determinar algunas de las características de Gilese 11 b, como que su masa es tres veces superior a la de la tierra, que tarda 13 días en dar una vuelta completa a su estella, que se encuentra a ocho años luz del Sol y que la temperatura de su superficie es demasiado elevada como para tener agua.
Teniendo en cuenta estas características, establecieron que sería parecido a Venus, que “ha sufrido un efecto invernadero en cadena en el pasado y quedó totalmente desprovisto de agua con temperaturas de cientos de grados en la superficie”.
El potencial de los nuevos telescopios de la NASA
Sin embargo, los descubrimientos más importantes deberán esperar hasta la próxima década, cuando los nuevos telescopios de la NASA permitan obtener datos como la presencia o no de atmósfera en este planeta.
“La atmósfera es interesante porque es una puerta de entrada de lo que ocurre en la superficie. Lo que ocurre en la superficie va a ser todavía más difícil de estudiar pero al menos vamos a poder tener una idea de su atmósfera y eso es una puerta de entrada porque hay diferentes fenómenos que ocurren en la superficie como el volcanismo o la vida que dejan marcas en la atmósfera”, afirmó.
El método que este equipo llevó a cabo para el descubrimiento fue el de “detección indirecta”, por el cual se detecta al planeta a través de la influencia que este ejerce sobre su estrella, que en este caso es la estrella Gilese 11, que actúa como Sol del exoplaneta de reciente descubrimiento.
Una vez detectada una variación en la velocidad de la estrella dentro de un patrón continuado en el tiempo se puede determinar la existencia del planeta y determinar su masa y órbita, de la cual se sabe que “no es muy elíptica, si no más bien circular”.
Si bien todos estos detalles fueron establecidos con la tecnología actual, en el futuro se podrá ampliar mucho más ya que las herramientas de observación que empleó el equipo de científicos no permiten separar la luz de la estrella -Gilese 11- de la del planeta -Gilese 11 b-.
“En la década que viene se pondrán a funcionar instrumentos que se están construyendo ahora, telescopios de 30 o 40 metros de diámetro, y vamos a poder en algún sentido separar la luz de la estrella del planeta, cosa que hoy no es posible (…) Estudiar con más precisión la luz que viene directamente del planeta y nos va a poder permitir tener información de la atmósfera”, aseguró Diaz.
Estas herramientas del futuro son los telescopios de NASA que tienen previsto su lanzamiento para 2026 y que estarán ubicados en el espacio, pero mientras esto llega Rodrigo Díaz y su equipo seguirán pacientes mirando al cielo en busca de nuevos descubrimientos. EFEfuturo
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