En la actualidad, el Sol está entrando en un mínimo solar pero cuando está en su máximo de actividad magnética, esta estrella emite altos niveles de radiación solar, expulsa grandes cantidades de material y muestra un gran número de manchas solares que se aprecian como zonas más oscuras por su menor temperatura -una sola de estas manchas solares puede llegar a medir hasta 150.000 kilómetros-.
Los cambios de actividad solar tienen un “impacto gigante” en el espacio interplanetario; el viento y las tormentas solares están determinadas por los niveles de esta actividad, señala a Efe Andrés Muñoz-Jaramillo, del Southwest Research Institute (SwRI) en EEUU.
Sin embargo, los efectos en la superficie y atmósfera terrestre de esta actividad solar no están tan claros; la evidencia apunta a fenómenos locales como fortalecimiento de mareas en ciertas regiones o reducción de la temperatura en otras, pero no a efectos globales.
Por ejemplo, “su impacto en el cambio climático genera mucho interés pero aún es muy difícil de estudiar” y pronto para sacar conclusiones, y uno de los motivos es el mal uso de los datos, indica Muñoz-Jaramillo.
De ahí la necesidad de seguir investigando pero con datos fiables, recalca este científico colombiano del SwRI: el objetivo de este estudio es, precisamente, revisar lo hecho hasta ahora y reunir en un solo lugar los datos de 400 años de análisis de la actividad solar para que los usuarios “tengan muy claro sus limitaciones”.
El trabajo, con participación de la Universidad de Extremadura (España), se publica en la revista Nature Astronomy y sus autores proponen una “guía visual clara” para los usuarios de estos datos, que, además, incluye el grado de desacuerdo actual que hay sobre un determinado grupo de manchas solares, uno de los eventos de la actividad solar.
¿Afecta al cambio climático?
Este trabajo será fundamental para comprender el pasado y futuro del Sol, así como para determinar si la actividad solar desempeña un papel en el cambio climático, resume en una nota de prensa el SwRI.
Y es que una de las mayores controversias entre la comunidad científica es si el Sol ha ido incrementando o no su actividad durante los últimos 400 años, lo que es importante porque la temperatura global también ha aumentado gradualmente en este tiempo.
“Si el Sol presenta las mismas tendencias es posible que haya contribuido a este cambio, si no entonces su rol es menor”.
Entre las claves para averiguarlo está estudiar el “mínimo de Maunder”, un período que va desde 1645 hasta 1715 en el que apenas se observaron manchas solares: períodos como este, llamados “grandes mínimos”, se cree ocurren una o dos veces cada milenio, detalla Muñoz-Jaramillo.
En los últimos 400 años -los únicos en los que hay observaciones directas- solo ha habido un “mínimo Maunder” (el nombre es en honor a un matrimonio de astrónomos que lo identificó en el siglo XVII).
Los científicos analizan si este podría servir de arquetipo de un “gran mínimo” de actividad magnética, pero los datos que hay de antes, durante y después de ese “mínimo de Maunder” son menos precisos que los actuales; no se sabe, por ejemplo, si el Sol tardó décadas en recuperarse a los niveles de actividad que se observan hoy o si fue rápido como si se hubiera encendido un interruptor.
En la actualidad, relata el astrónomo del SwRI, hay equipos de todo el mundo trabajando en este sentido, mientras tanto, hay que tener cuidado en utilizar los datos históricos de las manchas solares para establecer posibles vínculos entre el Sol y los cambios en el clima terrestre, dado que estos “serían sutiles y complejos”.
“Nuestro trabajo utiliza datos históricos para proporcionar contexto a los usuarios, que pueden no ser conscientes de las limitaciones”. EFEfuturo
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