El debate “ético, filosófico y espiritual” se configura, en su opinión, “como alternativa a las soluciones que ofrece la ideología del transhumanismo“, que se ha desarrollado especialmente en los últimos decenios sobre la idea de transformar la condición humana a través de la aplicación de tecnologías de nueva generación tanto a las funciones físicas como las psicológicas e intelectuales.
Cortina, que defiende su tesis en su último libro, ‘Humanismo avanzado para una sociedad biotecnológica’ (Ediciones Internacionales Universitarias), es profesor e investigador en ética aplicada al urbanismo y la ordenación del territorio en la Universidad Autónoma de Barcelona y la Universidad Politécnica de Cataluña.
Humanismo avanzado frente al transhumanismo
El transhumanismo, ha indicado, “plantea soluciones desde el punto de vista meramente biotecnológico“ pero “hace falta emplear los avances técnicos de forma que ayuden a resolver problemas en lugar de alienar a personas, cultos o ideas como está pasando con algunos casos”.
Para ello, propone elaborar una ‘Declaración universal de los valores humanos’, basada en una ética global que resulte válida para “resolver los grandes desafíos que plantean la globalización tecnológica y la gobernanza mundial”.
Para este especialista, la “nueva utopía” en el siglo XXI se resume en la idea de “liberar al ser humano de las reglas de la evolución biológica”, pero este objetivo es paradójico porque puede terminar conduciendo a un mundo “en el que las personas hayan perdido su libertad, esclavizadas por un control extremo” basado precisamente en la tecnología.
Por esta razón propone utilizar “los métodos clásicos: la democracia y un refuerzo de la interioridad en el que las distintas tradiciones religiosas tendrán mucho que decir” si se quiere construir una sociedad tecnológica “avanzada, justa, libre y feliz” basada en un humanismo real.
“No debemos fingir que el debate es meramente científico”
Cortina ha asegurado que “no debemos fingir que el debate es meramente científico”, puesto que “detrás hay valores éticos muchas veces sustentados en creencias y tradiciones religiosas” ya que la sociedad “siempre ha tenido un ansia de espiritualidad”.
De hecho, la globalización “no ha secularizado el mundo, sino que ha fomentado el diálogo interreligioso gracias a los movimientos migratorios” que introducen nuevos credos en espacios públicos monopolizados hasta ese momento.
Pero el encuentro entre religiones es sólo uno de los problemas que deberá resolver “la gran familia humana” y tendrá que hacerlo “con viejas creencias y viejos paradigmas, sin considerar despectivo lo viejo”.
Las tradiciones “tendrán que reformularse sin renunciar a unas raíces históricas que aportan una sabiduría milenaria”, ha advertido, y desarrollando además “una ética universal que recoja puntos de vista muy distintos de todo el planeta”.
La mochila de valores éticos de los científicos
La evolución futura de los acontecimientos dependerá en buena medida de “la mochila de valores éticos” que porten los científicos encargados de abordar “retos como la clonación de humanos, los úteros artificiales o el diseño de embriones de acuerdo a parámetros preestablecidos”.
No obstante, reconoce que es “difícil” que el humanismo avanzado influya positivamente “en los que diseñan el gobierno mundial” ya que “lo más fácil es crear un futuro autoritario y piramidal, en la que una cúspide de gobernantes dicte las normas éticas y legales del progreso”.
Precisamente los criterios morales con los que se afrontará la revolución tecnológica y la posible imposición de los mismos son algunas de las preguntas formuladas por el autor en su obra. EFEfuturo
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