Este es el argumento vertebral del ensayo del escritor y periodista Juan Soto Ivars, Arden las redes (Debate), un documento sobre las campañas de acoso en las redes sociales que ha generado un clima en internet del miedo al “qué dirán”.
Si el miedo a la censura proviene del poder oficial, la “poscensura” se refiere al miedo a la crítica de gente anónima, que de forma desorganizada muestra su rechazo a la opinión de otro, en lo que puede convertirse en una vorágine de cientos de tuits y post en Facebook, que terminan convirtiendo la crítica en viral.
Linchamiento digital
Pone como ejemplo el “linchamento digital” contra el concejal de Ahora Madrid Guillermo Zapata por tuits sobre el Holocausto e Irene Villa; la campaña contra la escritora de ficción juvenil María Frisa, acusada de incitar al maltrato escolar en su libro “75 consejos para sobrevivir en el colegio”; o la campaña de descrédito que ha sufrido Cassandra por sus chistes sobre Carrero Blanco.
Aunque reconoce que puede haber personas que se sienten “legítimamente ofendidas” por las opiniones de estas personas y lo expresan, la gran mayoría de críticos sólo se apuntan al carro de la crítica para “colgarse la medalla” contra el “machismo”, el racismo, o cualquier otro motivo, señala Soto Ivars en una entrevista con Efe.
“Zapata no es un negacionista del Holocausto, ni un asesino, ni un inmoral -como clamaban cientos de mensajes que le dirigieron-, ni tampoco Frisa defiende el maltrato escolar” tal y como aseguraba la campaña del portal change.org, que recogió miles de firmas para la retirada de su libro.
Los efectos que sufren las personas que son víctimas de este tipo de campañas son similares a quienes sufren acoso: pierden peso, se les cae el pelo, son presa del “desasosiego” y viven un “auténtico infierno”.
“Si las redes te acusan de algo que eres -como a un ateo al que un grupo de católicos considera blasfemo-, no te importará, pero si la acusación da una imagen radicalmente opuesta a ti, es como si golpearan un muñeco al que le han puesto tu identidad y no te pudieras defender”, ha dicho.
Corrección política
En las redes sociales hay más premio (retuits y ‘me gusta’) si dices “este tipo me cabrea que este tipo me encanta”, indirectamente animan al usuario “a sentirse ofendido”, explica el escritor que ha realizado una investigación de cuatro años para dar a luz este libro.
Soto apuesta por acabar con la corrección política y por marcar la diferencia entre lo que es “un alegato” y lo que es pura ficción, como un chiste.
En la década de los 80 los medios de comunicación estaban plagados de incorrección política, con obras que ahora están consideradas referentes culturales y que ahora serían “impensables”, como el programa infantil “La bola de cristal”, recuerda.
A su juicio, la corrección política no sirve para erradicar el machismo, el racismo o el antisemitismo, y como ejemplo pone a Estados Unidos, donde Donald Trump se convirtió en presidente tras sus terribles declaraciones sobre las mujeres y tras décadas de corrección política.
“Ojalá fuera tan fácil, pero por desgracia para acabar con ciertas lacras la corrección política no sirve”, pero sí implica menos libertad de información, advierte.
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