A través de la tecnología, “la ciudad debe permitir a los ciudadanos el ejercicio de sus derechos”, afirma el director de asuntos públicos de la consultora de comunicación Atrevia, Manuel Mostaza, en una tribuna que hoy distribuye el Servicio de Firmas de EFE, con ocasión del reciente “Smart City World Congress” de Barcelona.
Ese evento refleja “el peso” que las ciudades han ido ganando en la agenda política mundial. De hecho, en España “vamos muy adelantados”, y “somos una de las referencias mundiales” con el Plan Nacional de impulso a las Ciudades Inteligentes realizado desde el consenso con la industria y la participación de los actores.
Se trata de un modelo que ha optado por la generación de un mercado que no existía, y por normalizar elementos que forman parte de la ciudad inteligente, con reglas que en muchos casos se han convertido en referencias a nivel internacional, explica Mostaza.
Un modelo replicable al mundo
España debe ser capaz de terminar de diseñar un modelo “que luego pueda ser replicable al resto del mundo, especialmente a Europa e Iberoamérica, para que a través de la tecnología la ciudad permita a los ciudadanos el ejercicio de sus derechos”, destaca.
Advierte de que “la clave” no está en sensorizar por sensorizar, sino en articular un modelo sobre la base de plataformas potentes que generen conocimiento con la información recogida, y con el diseño de algoritmos para que la ciudad aprenda de la información que gestiona.
El paso que están dando las ciudades con la transformación digital para convertirse en “inteligentes” no se está dando al mismo tiempo en todo el planeta porque las diferencias regionales son “evidentes”.
Las urbes europeas con sus matices son modelo para las del resto del mundo, y se han convertido en “una metáfora del viejo sueño europeo” de combinar bienestar social bajo el respeto a las minorías.
Este paradigma urbano bajo la forma de una cuarta revolución no va sólo de tecnología; de hecho, por sí misma no garantiza la gestión inteligente de los espacios urbanos, asegura el experto.
Uno de los desafíos es cómo utilizarla para lograr un fin sin acabar atrapado en el “bucle” de “la tecnología por la tecnología.
Advierte de que son muchos los fines perseguidos con el término “smart” (eficiencia energética, ahorro de costes) pero sin relación directa con problemas diarios de una ciudad (acceso a la vivienda, gestión del envejecimiento, atracción de inversiones).
Además existe el peligro de que las soluciones sean diseñadas por los responsables tecnológicos de las empresas o de los ayuntamientos y no por una pluralidad de perfiles que construyan entre todos una visión holística de la realidad urbana.EFE
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