El rover Rosalind Frankin forma parte del programa ExoMars, una misión espacial conjunta de la ESA y Roscosmos (agencia rusa) que se desarrolla en dos fases.
La primera la lleva a cabo la sonda TGO que desde octubre de 2016 orbita el planeta rojo analizando el metano y los gases de la atmósfera marciana.
Esta sonda, además, llevaba incorporado el módulo de aterrizaje Schiaparelli, que se diseñó para probar las técnicas de amartizaje y que se estrelló tras un fallo del software.
La segunda parte de la misión está encomendada al robot Rosalind Franklin, bautizado así en honor a la científica británica que descubrió la estructura de doble hélice del ADN (o “molécula de la vida”), un hallazgo por el que en 1962 la Academia sueca concedió el Nobel de Fisiología y Medicina a tres hombres, pero no a ella.
Para su misión, el robot cuenta con tres instrumentos esenciales: el MicrOmega (un espectrómetro de imagen y microscopio), el MOMA (un espectrómetro de masas) y un espectrómetro Raman que, con distintas técnicas y las mismas muestras, buscarán biomarcadores de moléculas con agua o que hayan estado en contacto con ella.
Concretamente, el espectrómetro Raman, fabricado en un 90% en el INTA, está diseñado para buscar “procesos geoquímicos promovidos por la presencia de agua, caracterizar las fases minerales producidas en procesos relacionados con este líquido, e identificar algún componente biológico o resto de indicador de vida”, detalla a Efe el investigador de la Universidad de Valladolid Fernando Rull, uno de los mayores expertos mundiales en la técnica espectroscópica Raman.
Para ello, el robot cuenta con un taladro que perforará hasta dos metros por debajo de la superficie marciana -donde no llega la radiación solar del planeta- para obtener muestras que serán analizadas por los tres instrumentos.
Antigua presencia de agua
“Las muestras se suben al robot donde el láser de la unidad de control y excitación del instrumento emite un pulso de luz que pasa por un cabezal óptico. Éste lo enfoca hacia la muestra y el haz reflejado va al espectrómetro a través del canal de colección del cabezal. El espectrómetro dispersa la luz en el espectro visible y, mediante una cámara CCD, convierte los fotones en una señal eléctrica que vuelve la unidad de control finalizando el bucle”, describe a Efe Juan F. Cabrero, del Laboratorio de Instrumentación Espacial del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA).
Tras el proceso, todos los datos y la información se envían a Tierra donde serán procesados para estudiar los procesos geoquímicos promovidos por la antigua presencia de agua en el planeta rojo.
Diseñar este instrumento ha sido “un verdadero reto para el diseño óptico de la instrumentación espacial y un éxito para España”, subraya Tomás Belenguer, jefe del Laboratorio de Instrumentación Espacial del INTA.
El espectrómetro Raman, que ya ha sido entregado, está siendo ensamblado junto al resto de instrumentos en las instalaciones del contratista de la ESA, Thales Alenia Space, en Turín (Italia).
Cuando la estructura principal esté finalizada (cumpliendo los requisitos de limpieza biológica extrema), el cuerpo del rover se enviará a Reino Unido, a la sede de Airbus Astrium, donde se acoplará a las ruedas y al resto del esqueleto.
Si todo va bien, el rover será lanzado en 2020 y amartizará en la región Oxia Planum, una zona situada al norte del ecuador que tiene depósitos sedimentarios gruesos y arcillosos, lo que ofrece más márgenes de seguridad para el aterrizaje y la movilidad del vehículo.
La misión ExoMars se llevará a cabo casi al mismo tiempo que la Mars 2020, su homóloga de la NASA que también está diseñada para recoger muestras y determinar si alguna vez hubo vida. EFEfuturo
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