Que nuestras
gafas de sol estén homologadas es un requisito imprescindible para una buena salud ocular.
Las gafas de sol son, en nuestros días, un destacado complemento de moda, aparte de tener una indudable función protectora de nuestros ojos. Se trata, además, de uno de los objetos más susceptibles de falsificación y fraude. Muchas personas no son conscientes, todavía, de las graves repercusiones que pueden llegar a tener unas gafas no homologadas. Es usual encontrar, junto a la ropa o a la bisutería, puestos callejeros en los que pueden adquirirse.
La mitad de las gafas de sol que se venden en España no están homologadas. Este dato alarmante parece no alertar a miles de personas, que se dejan llevar por las gangas, obviando las mínimas garantías de seguridad para su vista. Las
gafas de sol, que no han pasado los controles de calidad oportunos, pueden acarrear gravísimas alteraciones para la vista.
Unas gafas de sol homologadas logran evitar trastornos maculares, cataratas, fotoqueratitis etc. Consiguen bloquear los rayos ultravioletas a través de unos filtros, numerados de O a 4. De esta forma, se evitan los efectos nocivos del sol. Las gafas homologadas han de cumplir con la normativa europea EN-1836, de 1997, y mostrar el símbolo CE.
Los centros de optometría y las ópticas son los lugares más fiables para adquirir nuestras
gafas de sol. Muchos profesionales consideran que es mejor no llevarlas, antes que emplear las compradas en puestos no autorizados, o en aquellas tiendas en las que no son capaces de garantizarnos su homologación y adaptación a la normativa europea. A veces, la calidad ha de primar sobre otras consideraciones, como el precio o la estética.