Aunque el cannabis lleva siendo consumido por los humanos desde tiempos inmemoriales, aun a día de hoy los expertos no han logrado ponerse de acuerdo en por qué esta peculiar planta produce ciertos efectos en algunas personas, mientras que en otras genera reacciones muy distintas, cuando no completamente opuestas. No obstante, y pese a dicha falta de consenso, sí sabemos gracias a la ciencia cómo se desarrolla el proceso psicoactivo que conduce a millones de personas a seguir consumiendo cannabis, tanto de forma regular como esporádica.
El principal agente que afecta al organismo humano cuando este ingiere marihuana es el THC (o Tetrahidrocannabinol), el más abundante y potente componente psicoactivo de la planta (de los más de 80 que contiene). Cuando consumimos cannabis, los propios receptores del sistema endocannabinoide (SEC) que todo ser humano posee entran en contacto con el THC, produciendo distintos efectos (que dependerán del organismo de cada persona en particular).
Los receptores a los que nos referimos son los conocidos como CB1 y CB2, y habitualmente interactúan con los cannabinoides que produce nuestro organismo, entre los que destacan la el 2-araquidonilglicerol (2-AG) y la anandamida. Esta última, por ejemplo, actúa de manera similar a como lo hacen hormonas como la serotonina o la dopamina: la generamos después de hacer deporte y provoca cierta sensación de euforia e inmunidad frente al dolor. Estos efectos, sin ir más lejos, son muy parecidos a los que produce la inhalación o ingesta de ciertos tipos de marihuana, solo que en este último caso logramos obtener dichas sensaciones de manera artificial.
Así, cuando el THC entra en nuestro cuerpo, este se expande a lo largo de nuestro organismo a través de la sangre, entrando en contacto y estimulando los citados receptores que tenemos repartidos por la mayoría de órganos y sistemas (como el nervioso, el inmunológico o el digestivo). Las partes del cuerpo humano con mayor número de receptores cannabinoides están ubicadas en nuestra cabeza, y son: la corteza cerebral, el tronco encefálico, el hipotálamo, el cerebelo, la amígdala y el hipocampo.
En definitiva, la razón por la que el THC afecta al ser humano de tantas y tan distintas maneras (aunque no sea posible preverlas con precisión) es esta: ya que el sistema endocannabinoide juega un papel fundamental en la gestión de gran cantidad de procesos tanto psicológicos como psicológicos (como la atención, la memoria, la sensibilidad, el estado de ánimo o el hambre), cuando el cannabinoide de la marihuana (el THC) interactúa con los receptores que conforman dicho sistema, estos inciden y alteran diversas funciones motoras.
La presencia del THC en la planta del cannabis se debe a una razón muy común en el reino vegetal: proteger a la planta del ataque de insectos y animales. Los tricomas (los pelitos blancos de los cogollos en los que se concentra el THC) contienen una sustancia tóxica para ciertos seres vivos, que los mantienen alejados de los frutos de la planta, así como también los terpenos (compuestos orgánicos aromáticos asimismo presentes en los cogollos) juegan un papel similar en las labores defensivas.